26 dic 2011

18:45 para mí.

No estaba cansada, estaba harta. Encadenada por su propio orgullo, el mismo que le había cortado las alas de la inspiración, de la imaginación y de la inocencia. La mutilación le había ahorrado algún que otro disgusto, y al principio le pareció maravillosa...hasta que empezó a echar de menos. La sonrisa que antes tachaba de tonta le resultaba ahora sincera, pero ya la había perdido, quizás echado. Solo le quedaban los ojalás, las señales de humo, la esperanza de que él las viera, los gritos hechos de silencio y los silencios incómodos. El orgullo es útil cuando eres capaz de tragártelo, pero una pesadilla si es él quien te traga a ti. Odiaba aprender la lección demasiado tarde. ¿Puede ser tu sueño uno que ya alcanzaste en su día?

17 dic 2011

La respuesta es 13.

¿Cuántas veces es necesario tropezar cerca del abismo para que éste deje de existir? ¿Cuántas veces tengo que hablar con la muerte para que se convierta en cascada? ¿Cuántas tengo que resucitar para que sea un tobogán?

Perdió la cuenta hace ya tiempo junto a su inocencia y su vergüenza. La primera, al llorar; la segunda, al encontrar una sonrisa escondida en una lágrima. Sin vergüenza y sinvergüenza todo parecía más sencillo. Pero parecer no es ser, y las apariencias engañan. No era más fácil, la diferencia es que ahora luchaba por los sueños que antes abandonaba. Nunca más volvió a tirar la toalla para después volverla a recoger. Supo que la lágrima calló en la arena, pero no la quiso encontrar. El problema es cuando la lágrima quería ser encontrada. Seguía caminando en línea recta, haciendo que no la veía, y volvía a tropezar cerca del abismo.

Aprendió que en cada gota que se atreviese a resbalar desde su lacrimal hasta su boca debía buscar esa sonrisa que se empeñaba en jugar al escondite. La encontró y se tiró por el tobogán. Feliz.


Nos preguntamos: «¿Quién me he creído para ser brillante, espléndido, talentoso, sensacional?» Pero en realidad, ¿quiénes nos hemos creído para no serlo?
Marianne Williamson

13 dic 2011

Under the moonlight.

Llegó el invierno, y con él, las responsabilidades. Quería hibernar en la luna llena, pero no la encontraba en aquel techo estrellado. La luna tenía frío y se había cubierto con su manta de nubes grises. ¿A quién iba a aullar ahora? Se había  acostumbrado a llorar sonrisas y a gritar en silencio ante los demás lobos. Se tragaba tanta rabia que ya casi no le sabía mal. Pero cuando llegaba la noche, la luna le hechizaba, disolviendo su máscara, derrumbando su fachada. Entonces le confesaba todo, y su conciencia quedaba casi tranquila. Ella seguía sin salir de su escondite, se habría quedado dormida. Se tumbó sigilosamente, no quería despertarla…sabía que ayer había estado en vela toda la noche, quizá cuidándolo. Hoy sería él quien la velara, porque incluso la luna necesita descansar.
Llegó el invierno, y con él, los recuerdos.

6 dic 2011

¿Cuántos tictacs hacen falta para olvidar?


No me des la espalda. No cojas ese tren. Siéntate a mi lado y cuéntame tus anécdotas, mientras yo finjo que te escucho. No sonrío por tus historias, sonrío por el color de tus ojos…me gusta bañarme en ellos. Te ayudaré a deshacer el equipaje y a asesinar a tus dudas. Tomaremos champán y te reirás. Me llamarás ladrón…solo te he robado un beso. Ten, te lo devuelvo. Sale la luna en tu cara, hoyuelos de felicidad. Siento que vuelo cuando sé que soy su causa. Ahora gotean tus ojos. Enloquezco porque sé que soy la causa. Me muero por secarte las mejillas con besos. Pañuelos, qué invento más tonto. No me des la espalda. No cojas ese tren. Subo el volumen de la radio. Esta canción me recuerda a ti. Mientes. Tienes razón, todas me recuerdan a ti. De nuevo veo la luna y sus hoyuelos. ¿Te quedas? Necesito tiempo. Pues te compro un reloj, pero volvamos a casa…Se paró el coche y el tiempo que decías necesitabas. Entró una brisa punzante cuando abriste la puerta, y sentí un pinchazo en el estómago y una puñalada en el oeste de mi pecho. Algo ahí se había roto. Me sudaban los ojos. ¿O era el corazón? No me des la espalda. No cojas ese tren.

Ahora estoy aquí, contando relojes de arena, ya que cojiste el maldito tren, pero sembrando la esperanza de que regresarías, al hacerlo sin darme la espalda. 

4 dic 2011

Hasta nunca cariño.

Solo queríamos jugar, pero el juego se nos fue de las manos. Las dudas me abrazaron, y tú te volviste loca. Destrozaste tu colección de muñecas de porcelana, rasgaste mi ropa gritando, cubriste las paredes de insultos con el pintalabios rojo mate que te compré por tu cumpleaños, lanzaste mi disco favorito de los Beatles por la ventana (es una lástima que aún no le hubiese enseñado a volar)… Y con él, los libros, los muebles, las cartas y la vajilla de plata, obedientes cumplidores de la gravedad, se hicieron trizas contra el suelo de la calle.

Después  de aquel caos, fruto de tu rabia y de tus celos, te diste cuenta de que aún había una cosa que no podías romper: tu amor. Te paraste en seco, inmóvil durante diez segundos, con la boca abierta y la mirada en tu interior. De pronto, un intenso ataque de risa. Te reíste de ti misma como aquellas veces que buscabas desesperada durante media hora tus gafas, hasta que te dabas cuenta de que las llevabas puestas; pero esta vez las carcajadas sonaron roncas y amargas. Finalmente, cogiste tu bolso de mano y cerraste por última vez la puerta de mi apartamento.


No te volví a ver, pero hoy te he vuelto a recordar.


3 dic 2011

Cada uno ve su propia perfección.

Ella siempre caminaba descalza, cantando. No podías escuchar sus pisadas sobre el húmedo césped del jardín, pero sabías que se acercaba por su inconfundible voz. Recuerdo su aroma. De los pájaros, que revoloteaban a su alrededor, no se escuchaba ninguna melodía. Quizás, como yo, estaban abrumados por tanta inocencia reunida. O quizá no querían interrumpir su canción, ni distorsionar su preciosa risa. Brillaba. Cegaba. Tanta pureza no podía ser real, me repetía. Recuerdo sus labios. En realidad, es lo que mejor recuerdo. Sabían a hierbabuena y a otoño, a escalofríos y a sonrisas. Perlas perfectamente alineadas, dibujando una dulce curvatura en su cara redondita, invitándome a echarle un vistazo a su alma. ¡Pero, qué necesidad tenía de asomarme, si me la regalaba con cada abrazo! Pura, sincera, sin cambios ni dobles sentidos. Natural. Su alma tal y como habitaba en su interior. Blanca, perfecta.

Y así se la describí a mis conocidos cuando me preguntaron por ella. Y ninguno me creyó. «Lo has soñado, muchacho» Sacudía la cabeza: «No es un sueño si me duele tanto cuando no está cerca». Ninguno supo qué responderme, supongo que ellos también han estado enamorados alguna vez.

25 nov 2011

Gris en la ciudad.

El río de gente continuaba en su habitual y nervioso estado. No fluía, arrasaba. Peculiar cascada gris, ensordecedora. Robots ahogados por la rutina, las prisas y el humo. Inmunes a lo que ocurría a su alrededor, y completamente incapaces de pararse a valorar los pequeños hermosos regalos del día a día. Una sonrisa, un niño saltando en un charco, un color. Ciegos, sordos y mudos de sentimientos. No sabían si eran felices, porque ni siquiera se lo habían planteado, pero conocían perfectamente las comisiones de su hipoteca, o la cantidad de dinero que debían pagar por su última multa. Sabía que hoy le bajaría el sueldo a sus empleados debido a la disminución del número de ventas esa semana, pero se había olvidado del cumpleaños de su hijo. Sabían que comprarían una nueva televisión, pero no se acordaron del viaje a Grecia que habían prometido hacer cuando se enamoraron. Se acordó de leer la revista, revisar su correo y comprar algo en internet antes de salir de la oficina, pero ni se fijó en el sobre rojo y la flor que su compañero le había dejado entre los papeles. Sabía enviar sms, se le había olvidado leer aquel libro. Sabían tocar insistentemente el claxon del coche, pero no se acordaban de escuchar su canción favorita.

El río gris continuaba por la avenida con su acelerado ritmo siempre de la mano. Facciones de enfado, estrés y caras de pocos amigos. Así que fue agradable encontrar una excepción.

6 nov 2011

¿Quieres bailar?

Nos movemos inocentemente al ritmo de la música, mientras la distancia entre nuestras pestañas es cada vez menor.
Te pido un baile, me das una sonrisa, y te robo un beso.



2 nov 2011

Otra vez no.


El corazón amenazaba con salirse del pecho, protestando insistentemente a causa de la emoción, con una rapidez que jamás había sentido. Estaba tumbada, y mientras mi cuerpo parecía tranquilo, en mi mente nadaban caóticas olas de recuerdos, pensamientos, sueños e ilusiones. Apretaba con fuerza los puños, dejándome marcadas las uñas en la piel. Pero no sentía ni el más mínimo dolor, tal era mi exaltación.


Intentaba mantenerme serena, mas mi esfuerzo era en vano. Respiraba con dificultad y una estúpida sonrisa ocupaba la mayor parte de mi cara, amenazando con quedarse ahí para siempre. No volaban mariposas en mi estómago, sino decenas de gaviotas que planeaban entre ellas, aleteando velozmente, haciéndome sentir con mayor intensidad la adrenalina.

Yo trataba con desesperación de ahuyentar esos sentimientos, aparentemente hermosos, que se abalanzaban sobre el muro que tanto tiempo me había costado levantar. Y sabía que si él me volvía a sonreír otra vez de aquella forma, esa fría barrera caería. Pero mientras me quedara algo de sentido común, lucharía para detener esto. Porque la última vez que me había sentido así, mi corazón había acabado roto en mil pedazos, y no estaba dispuesta a volver a reunirlos. No me apetecía tener que curar de nuevo, a escondidas, mi orgullo. Crucé los dedos. Pero la estúpida sonrisa no había disminuido ni un centímetro.


Si no suena el teléfono soy yo que no marqué tu número,
no sé qué sabes tú, pero que me faltó el valor,
salir al encuentro y no encontrar salida, ¿qué triste, no?
Y volví de cuclillas al papel, a mi escondite,
y pese a lo frío de la situación dejé al aire el corazón y que tirite.
Y fue así, que aprendí a quererla sin necesitarla, aunque a veces sin querer la necesite.
Tag Master

30 oct 2011

Para mí, nuestra amistad significa X

Me preguntasteis qué significaba para mí nuestra amistad...

Bailar como unas locas bajo la lluvia por las calles de Madrid, cantar nuestras canciones tan fuerte como nuestros pulmones nos permitan, mientras la gente se ríe de nosotras. Coger el metro en el último segundo, girarme, y ver que a la mitad no os ha dado tiempo a entrar en el vagón. Meternos las unas con las otras por nuestro gusto musical. Sufrir cuando alguna está dejando el tabaco y lo pasa mal, y alegrarse más que ella cuando lo consigue. Reírnos por cualquier chorrada y no parar ni siquiera cuando ya empezamos a tener agujetas. Reírnos al día siguiente por tener agujetas. Animarnos haciéndonos la ola, estemos donde estemos. Escucharnos siempre. Apoyarnos más que siempre. Ayudarnos con los pequeños sueños del día a día, y lograr que los grandes estén cada vez más a nuestro alcance. Insultarnos con cariño. Insultar sin cariño a los que nos insultan. Cambiar juntas. Aprender cosas nuevas de las otras, y sorprendernos a pesar de llevar años unidas. Descubrir gente, que puede llegar a ser realmente imprescindible en nuestras vidas, pero no cambiar el grado de cariño que nos tenemos por ello. Estupideces por hora, locuras por minuto, y sonrisas por segundo. Decir que nos vamos a dormir a casa de alguna y salir de fiesta toda la noche. Cometer errores, y aprender de ellos. Renunciar a algo que nos apetece por las demás...

Me preguntasteis qué significaba para mí nuestra amistad, y si os digo la verdad, no sé qué contestar, porque siento que la palabra "todo" se queda pequeña. Si conocéis algún sustantivo, verbo o adjetivo cuyo significado pueda abarcar tantos años de amor en el pasado, que continúa en el presente y que con muchas de vosotras durará en un futuro, por favor, decídmelo.

26 oct 2011

Shadows.

Estaba sin estar, miraba sin mirar, era sin ser. Había perdido la sonrisa, esa que solo florecía al verte y que brillaba después de acariciarte. Ya no sentía mi mano agarrando fuertemente la tuya, como si al soltarla fuera a perderme. Recuerdo que ni siquiera los árboles ni los viandantes que nos cruzábamos por la acera eran capaces de separarnos. Aquel se había convertido en nuestro juego, pero el estúpido juego también se había marchado.

No quedaba nada. Ni una pizca de pasión. Buscaba desesperada en mi interior algo de aquella hermosa e inocente ilusión que antes derrochaba, pero no encontré apenas rastro. Y me sentía culpable; te lo debía.

Me mirabas suplicante, esperando que reaccionase, que volviese a derretirme entre tus brazos tras correr como una loca hacia ti, como hacía antes, pero no había respuesta. Yo, aunque no quería, ya te había cerrado la puerta, y tú estabas intentando romper la ventana...Ambos sabíamos que no serviría de nada.

No quería seguir a tu lado como una sombra. Una sombra que no dice ni demuestra nada. Que siempre está contigo, pero que no siente. Que no te abandona, pero que tampoco te ama. Y tú lo comprendiste, porque aquella fue la última vez que me besaste.



















Negra sombra                                                                         


Cando penso que te fuches
negra sombra que me asombras,
ó pe dos meus cabezales
tornas facéndome mofa.


Cando maxino que és ida
no mesmo sol te amostras,
i eres a estrela que brila,
i eres o vento que zoa.
Si cantan, és ti que cantas;


si choran, és ti que choras,
i és o marmurio do río,
i és a noite i és a aurora.


En todo estás e tí és todo,
pra min i en min mesma moras,
nin me abandonarás nunca,
sombra que sempre me asombras.
                              Rosalía de Castro




Negra sombra


Cuando creo que te has ido
negra sombra que me ensombreces
al pie de mi cabecera
haciéndome burla vuelves.


Cuando pienso que te eres ida
en el mismo sol te muestras,
y eres la estrella que brilla
y eres el viento que zumba.


Si cantan, tú eres quien canta:
si lloran, tú eres quien llora,
y eres el rumor del río
y eres la noche y la aurora.


En todo estás y eres todo
por mí y en mí misma moras,
ni me abandonarás nunca,
sombra que siempre me ensombreces.
               (traducción de A. Ruiz de Tarazona)

24 oct 2011

4 y 26

Se convulsionaba frenéticamente en la cama, empapando las sábanas de sudor y lágrimas. Como cada viernes, volvía puntual la pesadilla. Dos minutos y medio de gemidos y por fin se despertó de golpe, con la respiración entrecortada y los ojos abiertos de par en par bañados en lágrimas. Con un largo y profundo suspiro, estiró la mano hasta alcanzar el vaso de agua que cada viernes colocaba en su  moderna mesilla blanca. Bebió rápidamente el líquido mientras su mirada se posaba, curiosa, sobre el pequeño despertador. Las cuatro y veintiséis. El mismo número que había estado observando cada viernes durante los últimos tres meses y, a pesar de ello, todavía se le seguía poniendo la piel de gallina.

Aquello era de locos. No estaba dispuesta a ir al psicólogo, le entraba la risa solo de imaginarse tumbada como una estúpida en un triste sillón negro hablando sola. No, ella era fuerte, siempre lo había sido, y no iba a dejar de serlo por un simple sueño. No.

Cuando comenzaron las pesadillas trató de evitarlas saliendo hasta altas horas de la madrugada cada viernes, o intentaba quedarse en vela viendo series americanas y comiendo palomitas. Pero un viernes cualquiera,  sin saber por qué, se armó de valor y decidida, fue directa a dormir, segura de que lo haría plácidamente. Esa noche comenzó el horror. Debido a su cabezonería, tozudez y no menos orgullo, seguía convencida de que ella sola podría hacer que aquello pasase. Que un viernes, cuando menos se lo esperase, las pesadillas cesarían, y nadie se habría enterado jamás de que ella lo había pasado mal o peor aún, de que tenía alguna debilidad.

Dejó el vaso vacío sobre la mesilla y se frotó los ojos. Bajo la almohada asomaba una manoseada fotografía. Como cada viernes, la cogió. Dos rostros sonreían felices a la cámara. Fue tan solo hacía cuatro meses, pero ella parecía otra. Era tan feliz... Una lágrima cayó furtiva mojando su cálida mejilla, mientras acariciaba el rostro del risueño joven que mostraba la foto. Giró el arrugado papel y murmuró las palabras allí escritas, esas que tantas y tantas veces había leído, analizado, letra por letra, intentando encontrar en ellas alguna explicación que disipara los remordimientos y ahuyentara las pesadillas.

« Viernes, 4 de septiembre de 2010.
Lo siento. No te pido que lo entiendas, pero siento que no merece la pena seguir aquí. Tiro la toalla Claire. Me he hartado de ser una carga, de hacerte sufrir...a ti, a mis hermanos y a mi pobre madre. Diles que les quiero Claire, díselo por favor.
Te esperaré, te lo prometo, y te cuidaré mientras tanto. Te cuidaré de verdad, y no volverás a llorar a escondidas encerrada en el baño por las noches, ni te asustarás cuando llegue a casa ebrio y te insulte. Eso se acabó Claire. Necesito serte útil pequeña. Lo siento tanto...
Te quiero ».

Mira el despertador: cuatro y veintiocho. Es hora de volver a dormir.

20 oct 2011

We'll carry on

Molestaba, dolía, quemaba. No ser capaz de hacerte feliz, sentir tu mirada de decepción cada vez que abría la boca. Sentir cómo analizabas cada uno de mis movimientos y cuando yo levantaba esperanzada la cabeza, la desaprobación desbordaba tus ojos, tu gesto, tu sonrisa invisible. Sí, eso era lo que más dolía, no hacerte sonreír. Me sentía inútil, y te culpaba por ello. Me equivoqué.
Lo supe aquel horrible y a la vez maravilloso día, cuando entré en esa extraña habitación, que habían pintado de colores alegres, intentando esconder inútilmente todos los pesados sentimientos que allí dentro había. Levantaste la mirada, y a pesar de que casi no podías verme, me reconociste. Y sonreíste. La sonrisa más sincera y hermosa que jamás había visto. Ahí fue cuando todos los recuerdos galoparon de repente desordenados en mi cabeza: todas las veces que me habías sonreído de aquel modo, todas las veces que me habías hablado con palabras llenas de cariño, todos los abrazos, todos los momentos en el coche cantando nuestra canción, sólo nuestra. Todos esos recuerdos que yo, estúpida ciega, no había querido ver. Y sentí que se me nublaba la vista, que mis ojos comenzaban a llover. Lágrimas que saltaban suicidas al vacío, al suelo de la habitación del hospital, a todos los te quiero que nunca te dije. Lágrimas de amor.
Y tú lo sabías, porque tu sonrisa se ensanchó y tus brazos me acogieron, como siempre hacías, y como siempre harás, estés donde estés.


2 oct 2011

Take on me

« Es como si cada mañana al despertarme sintiera el fracaso, porque alrededor todos parecen conseguirlo pero por alguna razón yo no puedo aunque lo intente… no se por qué, pero nunca seré suficiente. »

Yo soy Sam