27 abr 2012

De flecha en flecha, y le escribo a tu boca.

«Es sorprendente cómo la persona que te hacía más fuerte pasa a ser tu mayor debilidad. Cómo un día te acuestas vacío y te levantas enamorado. Me pregunto quién decide cuándo has de darte cuenta, cuándo entran las mariposas en tu estómago, cuándo atan nudos él. Quién decide cuándo, porque siempre escoge el peor momento, y la peor persona.
Hoy maldigo a Cupido y a su flecha que hiere, que abrasa y que hiela. Maldigo mis ganas de verte, de hablarte y de besarte. Hoy le pido perdón a mi orgullo y le ruego que borre esta estúpida sonrisa de mi cara. Hoy le pido y lloro lágrimas invisibles. Llorar por dentro duele más. Intento reformatear los recuerdos, dejar de pensar en ti. Luchar por dentro escuece. Hoy maldigo a Cupido y me maldigo a mí, por no haber visto antes la flecha que hiere, que abrasa y que hiela; por no haberla esquivado.
No odio el amor, odio el dolor. Y hoy me duele hasta la sonrisa. Me duele desde que me he despertado con una nueva debilidad que estrenar. Incapaz de levantarme de la cama, con el pecho sangrante y una mueca de fastidio, sueño con no volver a soñar contigo. Porque hoy he abierto los ojos y ahí estaba la maldita flecha, clavada con furia, con pasión, con malicia. Pero lo que más me ha dolido ha sido ver escrito en ella tu nombre».