22 nov 2012

Y aquí me tienes, abrazando el aire.


La miras, la escuchas, la admiras, te enamoras. Te enamoras, te admira, te escucha y tú la odias. La odias por ser tan tú. Te odias por no saber cómo odiarla. Te odias sin más y odias odiar. Odias estos puntos suspensivos… ¿Qué ocurre si ya no queda ningún punto y final? ¿Y si los gastaste todos? Te mueves flotando en una nube, agarrándote con fuerza, arañando su espalda. Te mueves, y flotas, y ríes, y odias.

Cuentas las buenas noches que le das, los bostezos que se transforman en suspiros. Despiertas y a veces no está, a veces se ha ido. A veces te besa; a veces te ignora. Ya no sabes si es el café o tu orgullo el que sabe tan amargo, si son dulces los caramelos o sus labios, si sus “te quiero” siguen siendo ácidos, si se sigue peinando así el pelo, si ya no hay inviernos largos. Si a él le besa igual.

La miras, la escuchas, la admiras, te enamoras aún más. La muerdes, la insultas, la coges, la besas, la necesitas. Es tuya. Es tuya y de nadie más, te dices. Es tuya y no te la van a volver a quitar. Se va. La echas de menos, la echas de más, la echas en falta y te hace falta. Te faltan sus buenas noches, sus “déjame en paz”, su mal humor por la mañana, sus gritos en la cama, su sonrisa cuando te enfadas, su puta manía de quererte.

Y si todo esto no ha servido para nada, si la herida no cicatriza, si los sueños se quedan en pesadillas y sus piernas en ojalás; entonces seguirás siendo tú: con tu nada, con tu herida, tus pesadillas y tus ojalás. Con tus ojeras y una copa en la mano, esquivando las estrellas, abrazando el aire.

Y aquí me tienes, abrazando el aire.



11 nov 2012

¿Sabes contar? Pues cuenta conmigo.

Una noche, dos cuerpos, tres dudas. Cuatro los segundos que tardé en tragarme el orgullo, cinco los sentidos con los que te disfruté. De tu fruto prohibido probé ya en seis ocasiones, seis ocasos dentro de ti. Siete las maravillas del mundo que tratan de igualarte, ocho las horas que no duermo y te sueño. Dueño de tu corazón me creí ya nueve veces, diez me equivoqué. Once noches dejé de contar ovejas para contar los doce lunares de tu espalda. Hoy es martes y yo sigo en mis trece, empeñado en vivir en un eterno catorce de febrero. Qué iluso, qué inocente, qué tonto. Qué enamorado. Lo confesé en las quince llamadas que no te hice anoche. Dieciséis añitos fuera. Fuera de tu alcance. De vivir. ¿Recuerdas cuando teníamos diecisiete años y planeábamos todo lo que haríamos con dieciocho? Qué ilusos, qué inocentes, qué tontos. Qué enamorados. Yo besaba tu carne cruda mientras tú gritabas en silencio las diecinueve veces que me engañaste. Sé que intentaste quererme, pero el amor no se intenta. Fue al fin con veinte cuando te diste cuenta de que yo no era para ti. Yo por mi parte comprendí que no era sin ti.
365 son los días que te recuerdo, 523 las horas que te he llorado. 809 me he reído de mí mismo, de mis 970 defectos no corregidos, de las 978 promesas que me hice y no cumplí, de las 982 madrugadas con ojeras, pelos de punta y hiel en la memoria, de los mil pedazos de corazón que se me ha olvidado recoger.