26 dic 2012

Finales sin puntos.

Abrazamos la locura como en los mejores reencuentros, nos tragamos las lágrimas como en las peores despedidas. ¿Y adónde van? ¿Adónde van esas lágrimas retenidas contra su voluntad? Quisiera regar tu sonrisa con ellas, que me vieras los ojos hinchados, las pupilas dilatadas, la droga en mis pulmones y en tus labios; pero hoy me he puesto mi máscara de poca dignidad, me he maquillado con orgullo. No sé si me favorece. Si quieres ver mi debilidad, mírate al espejo.

Y punto.

Espero que sepas leer todas las palabras que no te escribo. Espero que leas entre líneas, entre párrafos, entre libros, entre mis piernas que tiemblan al verte. Que adónde van esas lágrimas que me trago. Al mismo sitio que las cosas que no te digo. Hoy me he cosido la boca y el corazón. No sé si me favorece. Pero si quieres saber cuál es mi sabor favorito, muérdete el labio.

Y final.

Llenamos ceniceros y vaciamos copas. Atamos cabos y nos atamos las muñecas. Al cabecero. A tu maldita sonrisa que es peor que el crack. Que el chocolate caliente un día de lluvia, que un día de lluvia sin más. Nos fumamos la vida, esa vida hecha de momentos incómodos. Pero qué cómoda estoy a tu lado. Hoy quiero que tu piel se confunda con la mía, que no se distinga el final, que pises los límites. Que le des patadas a los putos límites. Que estés dentro de mí...Pero no sé si me favoreces. No sé si escueces. Si quieres saber cuál es mi punto y final, dámelo tú, porque yo no me voy a despertar. He asesinado al despertador de mi conciencia. A los límites.

Y punto sin final, y final de puntos. Suspensivos.


24 dic 2012

Al capricho pecho.

Cierra los ojos con fuerza, arrugando la nariz y apretando los dientes hasta hacerse daño. Pero eso no impide que su mente desobedezca y comience a divagar, ametrallándola con recuerdos de su pelo, de su olor, de su sonrisa, de sus ojos oscuros y profundos, del roce de su dedo índice acariciando su labio inferior. Basta, basta, basta. Ahogando un grito, aprieta la almohada contra su pecho, clavando en esa nube blanca sus uñas rojo carmesí, como cuando las clavaba en su espalda...BASTA.

Se incorpora en la cama soltando un bufido, y estira el brazo hasta alcanzar el vaso de agua que reposa paciente en la mesilla de noche, ageno a todo ese tornado interior que amenaza con hacerla explotar. La bebe de un trago. Le arde la garganta. En un acto desesperado, lanza el vaso vacío contra la pared y observa cómo se rompe en mil pedazos que caen desordenadamente por todo el suelo de su dormitorio. Le arde el corazón. Le arde el orgullo de tanto darlo de sí. Mierda, le arde la mano de luchar contra las ganas de contestar a sus llamadas y solo quiere quemar sus fotos y que arda todo.

Como un águila que se siente gorrión, como un cisne que se convierte en patito feo, como un ángel al que le cortan las alas de un beso, como un cuento sin perdices y ni siquiera final, ni siquiera principio, se acurruca rodeándose las piernas con los brazos, haciéndose cada vez más y más pequeña, hasta que su valor se ve reducido a una mota de polvo, a un vago recuerdo de lo que presumía de ser. Muy bien, esto es tan solo un juego. No hay que darle más vueltas. Un juego, un juego, un juego. Pero...¿quién ha ganado? ¿Y cuál es el premio?

¿Cuál es el castigo?

15 dic 2012

La ciudad recuerda.

Los árboles están desnudos a pesar del frío invernal que abraza la ciudad. La luna traza sombras espectrales sobre las aceras, los edificios que arañan el cielo con sus antenas, los puentes que no van a ninguna parte, las callejuelas grisáceas y de paredes frías, como las gélidas sonrisas de los viandantes que las recorren; sobre las alfombras de hojas secas que tapizan los parques, sobre los coches dormidos que aguardan pacientes el amanecer, el despertar de los lunes, la vuelta a la rutina, el mal humor de sus dueños, que gritan improperios mirando con rabia desde esos ojos enmarcados en ojeras, que se visten con trajes de orgullo, olvidando que no deberían olvidar. Quién diría que tantos besos y caricias se esconden en la parte de atrás. Quién imaginaría esas noches de cristales empañados y fusión de piel, si lo único que queda de ellas son llamadas que nunca se harán.

Los árboles están desnudos como tú esta noche, cuando ella te abrace con frío invernal. Mientras, yo me refugiaré en las sombras espectrales que traza la luna sobre mis párpados, en los recuerdos de caricias que arañan mi espalda, los puentes que nos unían, las callejuelas grisáceas y de paredes frías, en las que escribíamos nuestros nombres. Me refugiaré en las alfombras de hojas secas sobre las que jugábamos a saltar, en los coches dormidos que esperan como yo un amanecer, en los cristales que un día estuvieron empañados. Me refugiaré entre los brazos de Soledad, que me estrecha con fuerza, que me recuerda que me dejaste marchar.



7 dic 2012

Es jueves y ya no llueve.

Es jueves y ya no llueve, aunque en sus ojos sigue diluviando. El sol araña sus pómulos, tiñéndolos de rojo, pero en su alma la niebla aún no se ha disipado. Se mira en el espejo y siente ganas de romperlo. ¿Quién es esa? Esa chica de pupilas dilatadas y media sonrisa mal fingida. Quién es esa que se muerde las uñas, que se muerde los labios, que se muerde las ganas y se muere de ganas. Quién es esa chica hecha a base de sueños rotos, de tentaciones ignoradas, de orgullo mal tragado. Quién es esa que vive sin vivir. Ella no era así. No es así.

¿Cuándo ocurrió? ¿Cuándo empezó a creer que los sueños no se cumplen? ¿Cuándo empezó a utilizar la palabra "imposible"? Y ahora, deshojando margaritas por miedo a que digan que sí, apartando la vista por miedo a que sus miradas se encuentren, tapándose los oídos por miedo a descubrir calidez en su voz, ignorando a su corazón por miedo a sentir; ahora sueña con hacer que el miedo tenga miedo, con recoger la toalla que un día tiró, con pegarle una paliza al karma, con el día en el que sus sueños sean menos dulces que la realidad, en el que pensar en utopías sea una utopía. Con él.

Es jueves y ya no llueve. Ya no hay niebla en Madrid. Es jueves y el reflejo de sus ojos húmedos en el espejo, la neblina de su alma, las cicatrices en sus labios por morderse las ganas, los gritos de las mariposas que agonizan en su estómago, envenenadas por la acidez de las palabras no dichas, le recuerdan que un día más seguirá siendo otra persona, una copia mal hecha, encerrada en esa cárcel con barrotes de orgullo y suelos cubiertos con alfombras de noches de insomnio.

Uñas mordidas, pómulos rojizos y sonrisa ensayada, se dispone a salir de casa, cuando sus ojos se encuentran con el reloj de arena que se esconde tímidamente entre su colección de libros de Agatha Christie. De puntillas, estira el brazo hasta que sus dedos coronados por uñas mordidas consiguen atraparlo. Lo mira con un brillo extraño en los ojos, brillo que sus pupilas dilatas no pueden eclipsar. Lo mira con media sonrisa, media sonrisa que no necesita fingir. Le da la vuelta sin vacilar, lo deja en su sitio y sale de casa dando un portazo. La cuenta atrás ha comenzado. Las mariposas de repente dejan de gritar.