Érase una vez una noche sin estrellas,
dos ojos que se cierran para no volver a abrirse más.
Dos pozos que se llenan
de preciosos recuerdos que de repente
son tan amargos;
y caen en manada
aplastando su alma,
empapando su cara.
Pocos saben lo horrible que puede llegar a ser
el sonido
del silencio.
Dicen que no hay nada más triste que perder a alguien,
pero esa noche,
ella se perdió también a sí misma;
y en la búsqueda de volver a encontrarse
aprendió que el duelo es un arduo invierno
y que es errar el aferrarse a la llegada de un verano pasajero.
Pues sobre(vivir) consiste en encontrar una manta
que espante el frío,
que te abrace
y te llene de hogar.
Érase una vez una luna
que perdió sus estrellas.
dos ojos que se cierran para no volver a abrirse más.
Dos pozos que se llenan
de preciosos recuerdos que de repente
son tan amargos;
y caen en manada
aplastando su alma,
empapando su cara.
Pocos saben lo horrible que puede llegar a ser
el sonido
del silencio.
Dicen que no hay nada más triste que perder a alguien,
pero esa noche,
ella se perdió también a sí misma;
y en la búsqueda de volver a encontrarse
aprendió que el duelo es un arduo invierno
y que es errar el aferrarse a la llegada de un verano pasajero.
Pues sobre(vivir) consiste en encontrar una manta
que espante el frío,
que te abrace
y te llene de hogar.
Érase una vez una luna
que perdió sus estrellas.
4 comentarios:
Es precioso.
De tu blog hoy no me olvido.
Muchas gracias Irene. Tampoco yo de tu comentario.
''Pocos saben lo horrible que puede llegar a ser
el sonido
del silencio.''
Pocos lo sabemos, y qué horrible es, y qué horrible es...
Me fascina tu blog, aquí tienes una nueva fiel seguidora.
Me ha hecho mucha ilusión tu comentario, Paloma. Gracias por dejar un minuto de tu tiempo y de paso, una sonrisa.
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