Pero qué van a saber ellos si nunca se han despertado con un
nombre en los labios, si nunca han sentido miedo con un beso, si jamás han
saboreado la victoria de perder el orgullo.
Les observo sonriendo mientras baño mi paladar en agua
destilada hecha de portazos y palabras arrogantes, en un whisky barato que
abrasa mi boca, quizá no lo suficiente. Porque mi boca sigue sabiendo a él,
sabiendo que él ya no está.
Y qué sabrán ellos si nunca han bebido hasta perder el control -aún más-, intentando olvidar el espacio que les separa de sus brazos.
Les observo sonriendo mientras pierden el tiempo buscando el
tiempo perdido, enjaulados en el pasado como ancianos que recuerdan aquellos
buenos tiempos, cuando no tenían que recordar nada.
Qué coño me van a enseñar ellos de la vida, si nunca han
muerto por nadie.
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