Se despierta con el corazón en un puñal,
en el mismo sitio en el que se juraron eternidad
si la eternidad es efímera,
como los besos que se daban;
quemaban.
Quemaban
tanto que escocía lamer las heridas,
lamer sus labios
y las falsas promesas de un futuro incierto.
Un futuro exactamente igual que el pasado.
Pero cómo iba a imaginarse que los sueños que la mantenían a
flote
serían la causa de su naufragio.
Colecciona despedidas a medias y espinas que hierven,
y le hierve la sangre cada vez que escucha esa maldita canción.
Colecciona recuerdos en botellas de whisky barato,
batallas perdidas que jamás se lucharon.
Qué juglar se atreve a cantar una historia que jamás
sucedió.
Y cómo va a bailar sin música,
sin unas manos que le tarareen recuerdos de un tiempo mejor,
cuando rozaba las estrellas que no se ven en Madrid.
Cómo coño va a bailar sin alma.
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