5 abr 2013

El brindis.

Alzo la copa vacía por el pasado.

Por las dos trenzas medio deshechas de tanto bailar, por las hadas, los duendes, los príncipes azules; por la sangre en las rodillas, las manos sucias. Por la Navidad, la ilusión, los caramelos, los tazos, los saltos infinitos enmarcados por dos cuerdas gastadas de tantas tardes jugando en el parque; el balón abollado, las porterías improvisadas con zapatillas de la talla 34. Por el pilla-pilla entre innumerables amigos, las carreras, las caídas, las lágrimas de cocodrilo.

Brindo por la línea curva de la sonrisa que une los dos puntos de tus hoyuelos, por el brillo de aún no sé mentir en los ojos, por la calma de aún no me han mentido en la cara. Por las arcadas al pensar en los chicos, por taparse los ojos cuando veías a papá y a mamá besándose, por contar estrellas sin cansarse, por soñar con un verano en Nunca Jamás.

Alzo la copa llena por el presente.
Por las dos trenzas medio deshechas de tanto bailar sobre ti, por las faldas, los errores, los príncipes verdes, por la sangre entre las piernas, las conciencias sucias.  Por la Navidad, el desencanto, los caramelos peligrosos, los "yo controlo", las infinitas lagunas en la memoria enmarcadas por excesos mal justificados, el miedo ahogado, los besos improvisados con chicos que no dan la talla. Por el pilla-pilla entre camellos, las carreras en las medias, las caídas, las lágrimas de lagarta.
Brindo por la media luna tatuada en tu rostro, por la alegre risa que brota de ella cuando él está cerca. Por las arcadas de noches descontroladas, por subir el volumen de la música cuando oyes a papá y a mamá gritándose, por olvidarse de las estrellas, por esa lista de "nunca jamás".

Le lanzo la copa llena a los ojos del futuro, para que sea más incierto todavía, para que se vea aún más borroso, para reírme de él y de su estúpido miedo, para que el alcohol que me salpique me cure las heridas sin dejar cicatrices.
Alzo la copa por mí, por las trenzas que ya no me hago, por mí, por la inocencia que he perdido, por mí, por el valor que he encontrado, por ti.
Brindo por las ranas, por la sonrisa que aún no se ha extinguido, por las interrogaciones que acechan entre puntos suspensivos, preparadas para sembrar la duda y el caos. Bendito caos. Por las noches comiendo techo, por las noches durmiendo sobre tu pecho, por el "a lo hecho, pecho", por el estrecho camino entre el beso y el despecho. Por la gente que vendrá, por los que se han ido y se irán. Por apagar la música y abrazar a mamá cuando la melancolía de un recuerdo fugitivo de papá le asalta. Brindo por buscar las estrellas de los ojos que olvidamos para volver a contarlas, por las conciencias que se limpian tachando de la lista los "nunca jamás" que no nos atrevimos a repetir, creando Nunca Jamás en tu cama. Centrándose en usar cada segundo que pase y exprimirlo en carcajadas y cortes de manga a los complejos. Alzo la copa por el soplo de aire que enreda tu perfume con el mío, por los suspiros que se escapan entre tus manos, por soñar que me cuelo en  tus sueños; por soñar que no es un sueño.

Brindo con la copa del sujetador tirado en el suelo de tu habitación, con la copa del árbol que acaricia tu ventana con sus ramas, con la copa en la carta de la baraja, con la cara de póquer de un eterno brindis. Y cuando borracha recuerde mi vida enterrada ahí abajo, quizás arriba, brindaré por vosotros, para que sepáis alzar la copa y la cabeza aunque las lágrimas tiren de ella hacia abajo.

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