20 abr 2013

Ciégame.

Acostumbrada a vivir en blanco y negro, me escondo entre mi flequillo mal cortado; pero me he pintado los labios color carmín.

Acostumbrada a caer antes de haber tirado siquiera la toalla, me cubro con sábanas de inseguridades; pero he quemado el colchón, la habitación, y las inseguridades.

Recuerdos que se amontonan dentro del vaso de tequila. En fila india, como presos que sueñan con la luz del sol; y cuando al fin sienten la brisa del exterior en cada poro de su piel de gallina, cuando al fin saborean la libertad en sus bocas que solo hablan de carcajadas, en sus papilas que palpitan y se dilatan excitadas sobre sus lenguas, en los pelos de punta que intentan arañar las nubes, en sus pulmones respirando adrenalina, expulsando éxtasis; entonces no pueden verla, porque les ciega.

Y hoy respiro adrenalina cuando intercambiamos nuestros alientos,
expulsando éxtasis,
más éxtasis,
más.
Pero me ciegas.

Ya no consulto nada con la almohada, últimamente no nos va bien. Nos peleamos y la muerdo, la araño y la acuchillo. Pero ella siempre gana.

Suerte que es verano y de noche no hace frío. Suerte que ya no necesito mis sábanas de inseguridades,
aunque me ciegues.

Y bebemos los recuerdos amontonados en los vasos de tequila; bebemos, nos emborrachamos, saltamos, bailamos, amamos un poco;
pero solo un poco.

Bebemos éxtasis, nos emborrachamos de frenesí. Saltamos sobre la adrenalina, bailamos en mis labios rojo carmesí. Un poco más, éxtasis, libertad, éxtasis, adrenalina, bailamos, libertad, éxtasis, más.
Y olvidamos que nos ciegan.

Bebemos para olvidarnos aunque nos tengamos delante, olvidamos que bebemos y olvidamos que nos estamos olvidando.
Pero tú sigues delante y la herida sigue sangrando.
Corre.
No puedo.
(No sé)
(No quiero)
Y el puñal en tu mano me grita que te odie, pero me he pintado los labios color carmín, a juego con la herida, con la seda entre tus manos.
Ciégame.



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