24 dic 2012

Al capricho pecho.

Cierra los ojos con fuerza, arrugando la nariz y apretando los dientes hasta hacerse daño. Pero eso no impide que su mente desobedezca y comience a divagar, ametrallándola con recuerdos de su pelo, de su olor, de su sonrisa, de sus ojos oscuros y profundos, del roce de su dedo índice acariciando su labio inferior. Basta, basta, basta. Ahogando un grito, aprieta la almohada contra su pecho, clavando en esa nube blanca sus uñas rojo carmesí, como cuando las clavaba en su espalda...BASTA.

Se incorpora en la cama soltando un bufido, y estira el brazo hasta alcanzar el vaso de agua que reposa paciente en la mesilla de noche, ageno a todo ese tornado interior que amenaza con hacerla explotar. La bebe de un trago. Le arde la garganta. En un acto desesperado, lanza el vaso vacío contra la pared y observa cómo se rompe en mil pedazos que caen desordenadamente por todo el suelo de su dormitorio. Le arde el corazón. Le arde el orgullo de tanto darlo de sí. Mierda, le arde la mano de luchar contra las ganas de contestar a sus llamadas y solo quiere quemar sus fotos y que arda todo.

Como un águila que se siente gorrión, como un cisne que se convierte en patito feo, como un ángel al que le cortan las alas de un beso, como un cuento sin perdices y ni siquiera final, ni siquiera principio, se acurruca rodeándose las piernas con los brazos, haciéndose cada vez más y más pequeña, hasta que su valor se ve reducido a una mota de polvo, a un vago recuerdo de lo que presumía de ser. Muy bien, esto es tan solo un juego. No hay que darle más vueltas. Un juego, un juego, un juego. Pero...¿quién ha ganado? ¿Y cuál es el premio?

¿Cuál es el castigo?

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